Un pequeño desvío en el camino puede cambiar toda la trayectoria
- Meta Amelia Santos

- 16 dic
- 2 Min. de lectura
Cada vez estoy más convencida de que el bienestar emocional no deriva de un evento puntual, sino de un proceso consistente e intencional. Un proceso en el que todo lo que hacemos o dejemos de hacer por nuestro bienestar suma. Nada es insignificante.
Cada curso, cada libro, cada conversación significativa, cada ejercicio de conciencia que practicamos va configurando, poco a poco, una relación más amable con nosotras mismas. Sin darnos cuenta, nos vamos sintiendo cada día un poco más cómodas en nuestra propia piel.
Por eso, quiero invitarnos a reconocer de manera consciente nuestros esfuerzos cotidianos, incluso —y especialmente— aquellos que parecen pequeños. Al hacerlo, entrenamos a la mente a generar pensamientos más amables y realistas hacia nosotras mismas. De esta forma, vamos sentando las bases internas de la autocompasión.
Las grandes transformaciones personales rara vez surgen de un solo evento trascendental. Con mayor frecuencia, son el resultado de la acumulación de pequeños hábitos incorporados a nuestra rutina o de la decisión sostenida de soltar conductas que, aunque sencillas, nos lastiman.
Tampoco tenemos que hacerlo solas. El apoyo de otras personas puede ser un factor decisivo. En mi experiencia, incorporar el hábito de hacer ejercicio fue posible gracias a ir todos los días al gimnasio con mi mejor amiga. Desde no querer desilusionarla, hasta disfrutar juntas el trayecto, todo hacía que la experiencia fuera más atractiva y sostenible. Cuando un año después ya no pudimos seguir yendo juntas, me di cuenta de que el hábito ya estaba integrado: mi cuerpo y mi mente lo necesitaban.
Incorporar hábitos es solo una parte del proceso. La otra mitad —igual de importante— consiste en reconocer y validar nuestro esfuerzo, así como en perdonarnos con amabilidad aquellos días en los que no logramos sostenerlo. Este último elemento es clave: la autocompasión es lo que nos permite volver a intentarlo sin castigarnos y, por ende, mantener en el tiempo los comportamientos que nos hacen bien.
Quiero cerrar con una enseñanza del libro El camino consciente hacia la autocompasión: liberándote de pensamientos y emociones destructivas, de Chris Germer, que procuro tener siempre presente como recordatorio práctico:
“Un breve gesto autocompasivo puede cambiar tu día radicalmente; una serie consistente de gestos autocompasivos puede cambiar tu vida”.
Muchas gracias por tomarse el tiempo de leer, espero de corazón que haya valido su tiempo.





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